lunes, 1 de noviembre de 2010

La musa vencida


Diario de Roma, 13 de junio de 1998

“Mantuve mi voluntad firme en la guerra, elevé mi frente ante el hambre y sufrí de enfermedad allí donde no había cura posible. Me endurecí como el mármol y me torné flexible como el bambú de la montaña. Renací como fénix de entre los restos de mi esqueleto marfileño y encontré la esencia de la vida en el arte de un nuevo amor”
Lo primero que me llamó la atención del nuevo café del centro comercial fue su minimalismo. Un minimalismo incómodo. De mala gana me mordí la lengua y evité hacer cualquier comentario demasiado mordaz al respecto. Clément es un fanático de los espacios diáfanos y como me iba a ayudar a buscar empleo le debía un favor, así que no iba a molestarle criticando sus gustos. Nos sentamos al fondo del local, en una de las mesas más próximas a la inmensa ventana panorámica que se abría a la ciudad. Tras las elevadas siluetas de algunos de los rascacielos del barrio financiero, se vislumbraba una parte del puerto. Bajo el cielo azul índigo cuajado de suaves nubes blancas de verano, el océano, de un azul oscuro e impenetrable dominaba la mayor parte del paisaje.
- ¿Así que Giuseppe intervino a tiempo al final? No sé qué clase de relación tendría con tu madre cuando ambos eran más jóvenes, pero hizo bien en contratarlo. Es un hombre inteligente y creo que ha demostrado más de una vez lo mucho que te aprecia. Es el guardaespaldas perfecto.
La verdad es que tardé un poco en asimilar lo que había dicho, la silla de plástico naranja era muy dura y pese a que su diseño geométrico fuera especialmente atractivo, su funcionalidad era casi nula. Lo que estaba diciendo Clément era interesante y yo apenas podía prestarle atención debido a que mis cinco sentidos estaban orientados a revolverme en mi asiento esperando encontrar una postura más confortable. Cuando por fin encontré una forma de que las barras de metal que conformaban el respaldo de la silla no se me clavaran en la espalda, pude responderle.
-  Sabes que no me gusta que lo llames guardaespaldas –gruñí.
- Pero es lo que es, Roma. Nunca he entendido esa manía tuya de llamarlo “chófer”. Puede que esa sea la función que desempeña la mayor parte del tiempo, pero no fue contratado para eso y lo sabes.
Iba a contestarle de forma ácida, pero la camarera llegó justo a tiempo con nuestros capuchinos con caramelo. Era una chica guapa, muy “chic”. Llevaba el pelo muy corto, de color platino y los labios pintados de rojo. Al dejar los cafés sobre nuestra mesa sonrió manifiestamente a Clément y se inclinó hacia él para ofrecerle un poco de azúcar. Clément la observó de reojo con vago interés. Nada fuera de lo normal.
Hay algo que todo el mundo debería saber de Clément: es el hombre más irresistible que conocerás jamás, es el hombre de tus sueños. Sin embargo es inalcanzable, más que si fuera sólo fantasía. Nunca he conocido a nadie que haya conseguido despertar su amor, jamás se ha estremecido por unos ojos o por el tacto de una piel. De forma cortés, pero inexorable rompe corazones en diez mil pedazos.
Esto le suele causar problemas ya que no todo el mundo responde bien. La mayoría termina aceptándolo tarde o temprano para pasar acto seguido a odiarme a mí. Clément es la causa principal de que no haya tenido relación con ninguna de mis compañeras del instituto. Cuando éramos pequeñas tener un amigo “chico” era extraño. Cuando tenía trece años todas me reprochaban no contarles ninguna de las “cosas de novios” que en su mente yo hacía con él.
Pero pronto el protoadolescente adorable se convirtió en un ser que arranca miradas lánguidas, sonrojos involuntarios y toda una corte de ilusiones a su paso.
 Me gané la envidia de todas mis compañeras, incluso de las que nunca me habían prestado demasiada atención. Conforme Clément las iba rechazando su odio crecía hasta volverse algo irracional. Me detestaban y ni siquiera les importaba que yo no tuviese nada con él. Decían que Clément estaba locamente enamorado de mí y que yo era tan soberbia, tan creída por ser la heredera de una gran empresa, que le desdeñaba y lo utilizaba como mi pagafantas particular. Algo imposible, ridículo y muy, muy doloroso.
Porque si alguno de los dos estuvo una vez enganchado al otro, fui yo quien lo estuvo. Porque cuando me empezó a gustar Clément no tenía más que catorce años y no fue tras mil insinuaciones e intentos frustrados cuando me percaté de que para Clément no era más que la mejor de las amigas y que sería una ilusa más si pensaba en ser algún día algo más que eso. Así quedaron las cosas y así quiero mantenerlas ahora y siempre. Ya que unos meses después se me pasó la tontería y me di cuenta de que no quería arruinar la única amistad que poseía en la vida.
Me quedé así, perdida en mis pensamientos, hasta que la camarera se cansó de tirar su anzuelo. Mientras se iba, Clément se giró hacia mí, puso cara de hastío y me pasó un platito negro con la cuenta. Dentro iba un número de teléfono garrapateado. Me eché a reír y pagué el sablazo religiosamente, le prometí, muy a mi pesar, que yo invitaría. Estaba contenta. Había recordado cuando aquellas cosas me producían tristeza, pero ahora verlo acosado por las mujeres sólo me hacía gracia.
Supongo que eso es la pura amistad.
- ¿Qué te parece si miramos en el centro comercial por trabajo?- me preguntó Clément mientras bajábamos por las escaleras mecánicas. Por un momento estuve tentada a decirle que sí, pero al ver la multitud de gente que entraba y salía de las tiendas me di cuenta de que encontrar algo por horas era sencillamente imposible. El trabajo de dependienta o incluso de simple azafata de stands requería estar allí horas, horas en las que tenía que asistir al carísimo curso del Centro de Lenguas o bien estudiando para la universidad. No, allí no iba a encontrar nada y así se lo hice saber a Clément.
- Tienes razón. Sólo hay que ver la cantidad de personas que trasiegan por aquí. Además que con lo insociable que eres te echarían a la mínima y te quedarías sin coartada – me dedicó una sonrisita burlona y antes de que pudiera contestarle empezó a tironearme del brazo, rumbo hacia la puerta – Podemos preguntar en tiendas pequeñas, de ésas que abundan por el centro. Seguro que si le explicas la situación a alguien te da más libertad, aunque te tenga que pagar menos. De todas formas siendo hija de quien eres se darán prisa en contratarte, siempre viene bien que alguien más poderoso que tú te deba un favor…
- ¿A qué te refieres? Ni que mi familia fuera de la mafia o algo- protesté mientras me dejaba arrastrar por las calles colindantes del centro comercial – Además no sé por qué iba a ser más fácil que me contraten en una tienda pequeña que en una sede de una multinacional, más aún cuando las segundas son menos exigentes todavía.
- En primer lugar, no es la mafia, pero nuestras familias pueden ofrecer puestos de trabajo o prestar dinero, avalar en un banco… cosas que en determinados momentos pueden resultarte clave para salir de un aprieto. En segundo lugar, en una sede multinacional no te van a tratar de forma diferente ni te darán tanta libertad como una tienda pequeña. Los jefes de estas tiendas trabajan con cifras, no con personas ¿Así pretendes tú haber aprobado el examen de economía? ¿Con esas ideas?
- Menuda mierda. Ni méritos ni ostias, sino quién es tu padre o tu madre…
Clément se encogió de hombros como respuesta. Enseguida empezamos a mirar por ahí, pero apenas había anuncios de “se necesita personal” en los escaparates de los pequeños comercios. Nada raro si se tiene en cuenta que la inmensa mayoría pertenecían a grupos familiares. Los pocos lugares en los cuales se buscaba a nuevos trabajadores tenían un perfil demasiado especializado como para que yo pudiese siquiera acceder a ellos. Así, tras horas de búsqueda infructuosa, nos fuimos derrotados a casa, pero antes decidimos pasar por el parque cercano. Bueno, en realidad fue Clément quien lo decidió, yo sólo pude seguirle mientras me arrastraba bajo los robles arguyendo que una buena caminata por el camino que transcurre entre los árboles me quitaría el desánimo.
Como tantas otras veces, Clément acertó de llenó y sentir el suave crujir de los guijarros bajo mis pies me hizo sonreír con serena tranquilidad. En ese momento, me apacigüé un poco y renové mis esperanzas en el próximo día. Aunque no se lo había dicho, ver oportunidad tras oportunidad evadirme, rechazarme o simplemente mostrarse inalcanzable me había hecho flaquear en la confianza que poseo en mis habilidades. De esta forma, mientras oía a Clément hablarme de unos chismorreos que escuchaba con parecida atención a la estática de un viejo televisor, me juré que nunca, cuando yo liderara la empresa, enviaría a nadie al paro en pro de un pingüe beneficio por mi parte. Jamás. Si una sola tarde buscando un trabajo falso me había minado tanto mi autoconfianza ¿Qué clase de pensamientos cruzaban por la mente de quien lleva en su busca meses y ve como estos se cierran a su paso? ¿Qué clase de visión de sí mismo cabe pues esperar del padre o madre de la familia que se ve incapaz de dar sustento a sus hijos? En esas duras condiciones, unos miles de euros más en mi cuenta no valen la pena.
De pronto, un sutil, suave, casi susurrante aroma a vainilla invadió cada ápice de mi cerebro como el veneno de una víbora se extiende por su presa. De una forma rápida, aguda y dolorosa sentí que empezaban a turbarse mis sentidos. Me eché a correr tras ese perfume sin pensarlo, sin saber por qué. Me evocaba algo, un recuerdo huidizo que, aún ahora en la tranquilidad de mi cuarto no consigo averiguar. Me llevó ante una nota de papel ocre, pegado a duras penas con un poco de celo al fuste de una farola. Estaba mojado por la lluvia y en algunas partes el mensaje que llevaba era casi ilegible. Al verlo di un salto de alegría y Clément se apresuró a arrancarlo de su lugar para poder examinarlo mejor aquí, en casa. Transcribo por eso el papel en este cuaderno, como recuerdo no sólo de la experiencia que promete, sino como pista para rescatar esa imagen de entre mis recuerdos.
Se busca musa
¡Saludos! Soy una artista de tercero de Bellas Artes que ha sido cruelmente abandonada por la inspiración. Por ello estoy buscando a una joven nínfula, una bella musa que con su presencia de vida a mi arte. Si crees ser una modelo con talento y necesitas un trabajo flexible, sin horarios y razonablemente bien remunerado llama a este  teléfono 555-528-491 y pregunta por Nohi para concertar una prueba.

Así que aquí estoy, con el mensaje en la mano y el móvil en la otra. He hablado con mi madre, con Giuseppe y con Clément y todos me dicen que llame, que no tengo nada que perder. Además parecen encantados con la idea de verme convertida en modelo amateur. Por otra parte las dos ganamos. Ella no tendría por qué pagarme, sólo hacerme un contrato, y conseguiría una modelo eventual. Yo tendría mi coartada, así que es perfecto. Sin embargo, me siento extraña, nerviosa. Creo que es como si pulsara el botón de la autodestrucción. El mismo presentimiento gris que tuvo aquel que de una sola inicua acción revolucionó, por casualidad, todo un mundo.
Finalmente, huelo el suave perfume que desprende la nota, respiro hondo y marco el número con determinación.

2 comentarios:

Tanatarca dijo...

¿Qué ciudad es esta? En caso de duda, por supuesto, será Amaurota.

Hay una sola cosa que no me convence de la entrada: Verano... Para mí, todos estos recuerdos son una sucesión de tardes otoñales. Pero que, hoyga, somos libres para decir que es verano.

Los cuatro últimos párrafos son un aparte, un fragmento en sí. El resto parece un vago prolegómeno, que gana fuerza gracias a Clément. Me recuerda a Aragorn, lo cual es bueno, supongo.

La estructura y el desarrollo de cada fragmento, por separado, resultan bastante sencillos, frente a la creciente complejidad y sobre todo profundidad de la trama total. Añadiendo las citas y lo que pueda salir de una lectura más relajada, Memorias de la musa triste parece constituirse ya en un relato de esos que merecen llamarse como tal. Con sus diferentes planos de complejidad. No puedo leerlo tres veces y analizarlo cada vez como una persona distinta, pero estoy seguro de que el mismo párrafo podrá gustar a diferentes personas por diferentes razones.

Me explico. Por un lado el jodidamente sublime manejo de las descripciones de los lugares y de las sensaciones. De los personajes también, mezclando la simple descripción formal con lo que sus actos dicen de ellos simultáneamente. De la evolución de ellos no puedo hablar mucho, pero ya con las futuras entradas ..supongo.. que podremos ver cómo los acontecimientos inciden a nuestra protagonista.

Qué me digo, buena entrada.

Y las cosas.

Alestra dijo...

Coincido con nuestro amigo en que esto se parecen más a una secuencia climatológica otoñal que veraniega, pero aun así el verano le da cierto toque exótico a la narración :3

Me gusta mucho que la sencillez sea destacada en todo momento, que la sencillez sea lo que le da este texto la compleijdad descriptiva que posee, me tuzta muchio.

Casi puedo oler ese perfume a vainilla que describes en practicamente todas las entradas del blog, "bravó" por eso; todo está tan jodidamente tangible, tan hetéreo, tan respirable que hay veces que soy capa de escuchar la lluvia mientras leo...

Otra de las cosas que más me gustan de este blog es la fotos !!!!! ¿De donde sacas esas imágenes maldita perra? Las adoro with no exception :3333333

No sé que más decirte, solo que escribas más !!!! que me gusta muchio muchio todo lo que le pasa a Roma ^0^!!!!!

Ánimo con la escritura y.... bien viaje querida, bien viaje por esa cabecita tuya para dar lugar a esto.....

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