jueves, 19 de agosto de 2010

Los caminos rotos




 Diario de Roma, 9 de junio de 1998

“Fue vencida una vez,  pero incluso entonces era digna de gloria. Por eso la llaman reina”
El olor a hierba mojada se introduce por mi nariz hasta quedarse incrustado en lo más profundo de mi cerebro. Las nubes plomizas, frías y grises, descargan toda su húmeda agresividad sobre mí. Las gotas, más parecidas a balas que nunca, me atraviesan, me rompen en pequeños fragmentos. Cierro los ojos, aspiro un segundo y siento como me empapan el pelo, la ropa, la nuca y desde ahí como bajan, recorriéndome con la lentitud de un amante, hasta deslizarse entre mis manos y manchar las páginas de este diario donde escribo. Por un momento bajo la vista y sonrío, el papel parece estar hecho a base de pieles de guepardos. Siento como el agua ahoga mis pensamientos, más demoledores quizá que cualquiera de esas balas líquidas que me impactan.
 Una frase, un leitmotiv, se me repite cada pocos segundos en mi cabeza: hoy no es un buen día.
 Vuelvo a sonreír, en el fondo siempre he sido una sarcástica. Me río cuando pienso en la soledad del parque, un desierto cubierto de agua. Sin embargo, esta auto-broma enseguida me entristece cuando mis neuronas -que en maldita la hora hicieron la correcta sinapsis- me recuerdan que mis palabras anteriores eran puro recurso de antítesis. El verde de los castaños y los robles contrarresta el gris plata del cielo, la luz blanca del sol puro y claro que se esconde tras él, apenas puede atravesar la coraza metálica de las nubes. Los escasos rayos de luz que llegan hasta donde estoy yo iluminan sin piedad los parterres de pensamientos, cegando mis ojos a los brillantes colores que desprenden. La chaqueta de cuero marrón que Giuseppe me ha regalado hoy se siente pesada, un lastre más que me ata a este banco de madera añeja situado en mitad del bosque. Por un instante temo que venga el lobo que habita en él y me devore, pero rezo porque venga rápido y acabe conmigo antes de que lo haga mi propia frustración desenfrenada. Qué más da que sea ahora, qué más da que sea dentro de cuarenta años. Yo, como el cielo, también estoy llorando.
En realidad, sé que lloro por ilusa porque esto ya se veía venir desde hace tiempo. Confesar a mi madre mi deseo de dedicarme por completo a mi pasión, la literatura, no ha sido mi más brillante idea, pero tampoco podía vivir ocultándolo. Especialmente ahora que tengo que solicitar la plaza de la Universidad. Clément me aconsejó esconderlo, poner como primera opción Filología y olvidarme de todo lo demás, probablemente para cuando a mi madre le diera por revisar los papeles ya sería demasiado tarde para cambiarme. Pero hay que ser honestos en esta vida, como suele decir Giuseppe, y aunque el engaño salga bien un año y otro y otro… ¿Qué haría en la ceremonia de graduación de mi carrera o en mi diploma de la universidad? ¿Asistir a dos ceremonias y tachar con corrector donde pone “Filología y Estudios literarios” para sobrescribirlo con la palabra “Económicas”?
Sé que nada me gustaría más que estudiar Filología y ahogarme en un sinfín de autores y estilos diferentes. Quiero saborear las dulces mieles del preciosismo barroco y desgarrarme en el mismo dolor que sintieron los autores de la posguerra. Me gustaría saber qué llevó a los grandes poetas románticos a romper con sus precedentes y ahogarse en sus desbordados sentimientos. Deseo conocer cada estructura que conforma esta lengua mía, versátil como ella sola, construir perfectas metáforas, aliteraciones o grandiosas hipérboles que cuenten, en fin, lo que siento. Sin embargo, la sombra de mi difunto padre sigue alargando su garra oscura para romperme una vez más en cien mil pedazos. No voy a hablar de ése cabrón, no quiero manchar estas páginas malgastando palabras contra ese hombre que aún hoy se me aparece en pesadillas. Por eso no entiendo a mi madre cuando me insiste en que ayude a mantener vivo su legado, cuando consagra la vida al hombre que nos hizo tanto daño.
 Ahora me obliga a abandonar mis sueños por estudiar una carrera que detesto y que según ella “me ayudarán a entender mejor mi sitio como futura gerente de la empresa”. No lo entiendo. El padre de Clément es quien maneja ahora casi todas las operaciones y por lo que he oído decir, lo hace realmente bien. Clément está dispuesto a seguir sus pasos ya que ve construir un imperio empresarial como una especie de juego de estrategia, algo emocionante y casi divertido. Tiene sus propias ideas y le gustaría desarrollarlas. Muchas veces me ha hablado de cambiar el rumbo cuando él se convierta en presidente, de apostar por productos ecológicos y de ayudar a mejorar la economía de países del tercer mundo con nuevas políticas. Está más que dispuesto a sacrificar beneficios por  buenas acciones, a ayudar a que este mundo sea un poco mejor y a convencer a los accionistas de que su propuesta es irrechazable. Es él a quien deberían hablarle de futuros de empresa, no a mí que odio los números, detesto las reuniones y soy incapaz de ordenarle nada a nadie. No sirvo como gerente, que es el puesto de mi madre, y mucho menos como heredera del papel de mi padre. A él le importaba poco o nada presionar, destruir pequeñas empresas con tal de mejorar su propio bienestar. Pensaba que mi madre me conocía un poco más que esto y se daría cuenta que como sucesora suya seré un desastre. Sin embargo, creo que no me lo ha contado todo ya que no sé cuál es el problema de figurar sólo como titular de sus acciones y de ser algo así como socia honorífica.
Estoy poco más que destrozada. Mi madre mantiene que no me pagará otra carrera que no sea ésa y que no aceptará ni muerta un “me iré de casa a cumplir mis sueños”. Sobornará, rebuscará y hará de todo por encontrarme. Ella, pese a que empiece a dudarlo, creo que sabe como soy. Así que supongo que ha adivinado que en cuanto me ha hablado de no pagarme los estudios por mi cabeza lo primero que ha pasado ha sido la idea de largarme con el dinero de mi fondo de estudios y trabajar por mí misma. No sé qué hacer. No puedo acceder al fondo fiduciario con el dinero puesto que comparto la titularidad con mi madre. No sé qué hacer.
-  ¿Miele? ¿Estás por ahí?- La voz de Giuseppe rompe con la soledad del parque. Me seco las lágrimas con rapidez y cierro rápidamente el cuaderno.

A los pocos segundos de guardar el diario, Giuseppe apareció tras un pequeño seto, envuelto en un chubasquero naranja butano. Mi querido italiano se acercó hacia mí con lentitud, evitando cuidadosamente cada charco del camino para no ensuciar aún más de barro sus zapatos Gucci. Iba todavía con el uniforme y la visera azul de la gorra le asomaba por debajo de la capucha del chubasquero. Sus grandes ojos grises estaban fijos en mí y su nariz enrojecida goteaba. Con calma se sentó a mi lado y de un bolsillo del chubasquero sacó un pequeño paraguas
- lI vostro povero chófer os ha traído un regalo para protegeros de la lluvia. No quiero morir a manos de la jefa, así que no puedo permitir que te sigas mojando bajo esta réplica del Diluvio Universal  È d'accordo con me, miele?
Giuseppe abrió un paraguas rojo y me pasó el brazo por encima del hombro en un gesto reconfortante. Empecé a tener mucho frío, pese a que estemos ya en junio. Entonces, el brazo de Giuseppe, grande como el de un oso, me empujó hacia su pecho. Respiré el aroma a humedad que exhalaba la tierra y sentí a Giuseppe a mi lado, protegiéndome. No sé qué haría sin él. Lleva a mi lado cerca de cinco años y en este tiempo se ha convertido en el padre que nunca he tenido, ese que aparecía por las noches con su enorme silueta de metro noventa asomando por el quicio de la puerta para llevarme un vaso de té caliente.
- Tienes razón, debería regresar -le dije titubeante-  Me voy a poner enferma y mañana tengo un examen de economía del cual no tengo la más remota idea. Pero no todavía, por favor.
-Ya sé que lo que te ha dicho tu madre no es lo que esperabas, miele. Non sono stupido, sé  que estás triste y que necesitas tiempo para asimilarlo. Nos quedaremos lo que quieras aquí, bajo la lluvia.
- Gracias…- En ese instante tuve la sensación de que mi futuro se disolvía como una gota recién caída de las nubes en un charco de lodo. Arriba los sueños, abajo la pantanosa realidad. Se hizo el silencio durante unos segundos en los que sólo se escuchaba el ruido de la lluvia caer sobre nosotros. Por un momento supe que podría quedarme así, abrazada a Giuseppe, para siempre.
- Tu madre ti ama, sólo quiere lo mejor para ti – dijo de repente Giuseppe girándose y mirándome a con sus ojos grises fijamente – Tú no lo sabes porque es muy orgullosa y nunca lo menciona. Además no quiere que se sepa, le da vergüenza reconocer de dónde vino. Fue pobre y lo pasó muy mal, tuvo que renunciar a muchas cosas y no me refiero solo a objetos, perdió a mucha gente y ella misma se perdió por el camino. Tu padre en cierta forma le dio todo lo que tiene, es natural que desee respetar una de sus últimas voluntades.
Con rapidez levanté la cabeza y lo miré con los ojos como platos. La información, inesperada y sorprendente, me sacudía de la cabeza a los pies. No sabía nada de todo eso que me contaba. En cierto modo, para mí, mi madre es una persona sin pasado. Como si fuera alguien que ha nacido expresamente para criarme, para estar conmigo. No sé si soy yo sola o son también el resto de los jóvenes los que piensan así de sus padres, supongo que somos muchos los que vemos a nuestros como progenitores únicamente en ese papel familiar, sin ser capaces de entender en toda su magnitud lo que un pasado significa. Ahora, sentada en mi escritorio, mirando la lluvia a través de la ventana y envuelta en el albornoz me doy cuenta de lo ingenua que he sido respecto a ese tema ya que siempre imaginé que mi madre había crecido en el mismo ambiente que yo. Si no me lo hubiese dicho Giuseppe pensaría que es una broma ¿Quién ve ahora a una muchacha humilde en la estirada Regina?
-  ¿Mi padre se casó con una chica pobre? ¿Mi padre? – me costaba creer esto de mi difunto progenitor, incluso ahora me parece algo irreal- ¿El también cambió con el tiempo o qué? –repuse con amargura
- Tu padre no cambió, jamás lo hizo. Il diavolo non è mai muta - algo similar a una sonrisa triste surcó por un segundo su rostro y por un momento me pareció mucho más viejo de lo que era- Yo lo conocí en la misma época de tu madre, de hecho ambos vivíamos en el mismo barrio, éramos vecinos. Tu padre empezó en el negocio desde abajo, al servicio del abuelo de Clément, no fue hasta mucho después que ascendió y pudo convertirse en uno pezzonovante en la empresa. Ambos trabajaron muy duro para ascender en la sociedad y poder permitirse todo tipo de lujos. Aunque supongo que no es eso lo que te interesa saber.
Guiseppe se levantó del banquito y alargó su enorme mano hacia mí. Sus facciones cuadradas y bondadosas me sonrieron con ternura mientras me sostenía el brazo con cuidado. Lentamente, bajo el paraguas rojo y con el olor de los robles aún adherido a mi nariz, emprendimos en regreso a casa. El repiqueteo de las gotas de lluvia contra el paraguas fue el único sonido que nos acompañó todo el trayecto, permitiéndonos hablar sin pausa.
- ¿Conocías a mi madre cuando era joven? –pregunté asombrada- nunca me lo habías dicho.
- E 'vero che non ha mai chiesto. Nunca preguntaste nada, asumiste que yo era un empleado más. - una pequeña sonrisa triste asomó en su rostro- Me contrató porque yo la conocía de joven y tras el fallecimiento de tu padre se encontraba un poco sola. Además buscaba chófer, claro.  Pero non è questo il problema principale, tu padre se casó con tu madre porque ella era toda una belleza, además, Regina siempre fue extremadamente elegante – la historia me estaba resultando completamente fascinante, sin embargo aún así me sorprendió la familiaridad con que llamó a mi madre “Regina”. Normalmente no es que suela ser muy ceremonioso, pero mantiene las distancias- lo demás es historia.
Suspiré profundamente con desazón y levanté los ojos del suelo. Cuando lo hice me di cuenta de que ya nos acercábamos a la pequeña parada de autobús que se encuentra al principio de mi calle. Ver el banquito roto y el pequeño arbusto cuajado de flores amarillas me produjo una sensación inquietante. Ahora comprendía mejor la postura de mi madre, supongo que a una madre nunca le gusta ver como su hija se encamina a perderlo todo.
- Perdona a tuo padre egoísta, era siciliano y como todos los hombres de esa tierra, muy celoso de lo suyo, tanto de su bella esposa como de su patrimonio. Por lo que yo sé tú estabas presente cuando se leyó el testamento ¿Así que de qué te extrañas, miele?
No fui capaz de contestar a esa pregunta, ni creo que lo sea nunca. Mi padre es un agujero negro en mi memoria, pero en cierto modo jamás he perdido  la esperanza de encontrar algo noble, considerado, en él. Sé que para él la empresa era algo puramente familiar, un valor seguro mientras se mantenga la unión con la familia de Clément. Recuerdo el día en que leyeron el testamento, había mucho sol y yo sólo pensaba en salir afuera a charlar con Clément. Estaba aburrida de esperar en el despacho de abogados a que llegaran todos y se produjera la lectura del documento. También recuerdo que el rígido vestido negro me picaba, pero mi madre me había pedido que aguantase el tipo, no quería que la familia de mi padre tuviera la oportunidad de decir que yo era una maleducada. Siempre me extrañó un poco ese odio que sentían hacia nosotras, la envidia biliosa de unos hermanos venidos a menos que observan con los dientes chirriando la buena suerte del hijo pródigo “aquel que abandonó la granja para buscarse la vida en la gran ciudad” Eso era lo que siempre decía mi padre cuando estaba de buen humor.
Al menos ahora entiendo un poco más su odio, supongo que mi madre les debía parecer una buscona de barrio bajo, una buscona, además, no italiana. En mi mente aparecen imágenes de ése día, algunas borrosas, como los rostros de los abogados y otras nítidas como la figura altiva, regia de mi madre apoyando sus manos embutidas en unos guantes de terciopelo negro en mi espalda. La suavidad del terciopelo me provocaba pequeños escalofríos. No recuerdo muy bien lo que dijeron, excepto dos cosas, las más importantes: que mi madre no debía casarse, ni tener hijo alguno con otro hombre si quería seguir siendo una viuda rica y que yo debía trabajar en la empresa en cuanto fuera mayor de edad. Sólo podría retirarme en el caso de que tuviera un hijo y éste asumiera mi cargo, sino lo hacía yo también lo perdería todo.
Supongo que mi padre temía que perdiéramos parte del poder que tanto le había costado conseguir o quizá no quería vernos sufriendo cualquier tipo de privación. Nos lo dejó todo, sin hacer ningún tipo de reparto entre sus padres o sus hermanos, pero impuso unas duras condiciones, todo será para ellos si alguna de las dos rompe el contrato y pongo mi mano en el fuego a que esa panda de víboras que son mis tíos ruegan cada día porque alguna  decidamos romper las reglas. En el fondo es culpa mía, porque cuando le dije a mi madre que quería ser sabía que había una alta probabilidad de que se negara.

Guardé silencio hasta que llegamos a la casa. Durante los minutos que quedaban de camino sólo se escuchó el sonido repetitivo de la lluvia cayendo. Aunque la cancela principal estaba abierta, preferí entrar por atrás, por la cocina. En ese instante sólo intentaba retrasar unos segundos más lo inevitable, hablar con mi madre que me esperaba, incólume, en el salón. En el salón hacía calor así que me quité con cuidado la chaqueta bajo la atenta mirada de mi madre, que me miraba con una ceja enarcada desde el sillón. Mientras me acercaba hacia ella intenté mirarla como lo habría hecho mi padre o cualquiera de los muchachos de su padre, quería verla desde fuera, quería descubrir la bellezza que había enamorado al hombre más clasista del mundo.
El rostro ovalado, los ojos almendrados y la boca carnosa. Los pómulos altos, la piel lisa, fina, transparente. Las arrugas casi son imperceptibles. El pelo lo llevaba recogido hacia atrás en un moño bajo, lo que no hacía más que realzar lo aristocrático de su rostro, formado a base de elegantes elipses. Sus pupilas verdes se me clavaron como cuchillos. Hoy llevaba una bata negra. Nunca me ha gustado ese color para ella, la hace parecer más severa.
-  ¿Te has calmado ya?
- Sí y no. Sabes que jamás me ha gustado la economía, no me gusta la empresa y escribir es mi pasión. No quiero trabajar en eso, pero entiendo la situación –repuse con frialdad.
Mi madre me miro largamente durante unos minutos. Hasta que por fin pareció suspirar y se relajó un poco. Con suavidad se deshizo el moño y dejó que sus rizos de color platino cayeran sobre sus delicados hombros. Con un gesto cansado se sentó en el sillón que está más próximo a la ventana. Mientras miraba la lluvia deslizarse suavemente por los rosales del jardín me habló con voz suave, de una forma directa, desgarradora y serena.
- ¿Te crees que es fácil para mí, Roma? ¿Crees que me gusta no poder tocar un hombre, que no añoro volver a tener alguien fijo a mi lado o que no me gustaría incluso darte un hermano? Tu padre siempre fue algo egoísta, pero el día en que firmó el maldito testamento se superó así mismo. Hay veces que le extraño mucho y otras que lo detesto incluso con más fuerza que la que le amé.
- Madre…-la voz me salió ahogada, quizás porque nunca he visto a mi reservada madre abrirse tanto, jamás me ha dejado ver las sombras de su corazón.
- Roma, estudia económicas, la familia de tu padre es un ave rapaz dispuesta a arrancarnos hasta el último centavo. Trabaja en la empresa durante unos cuantos años, no muchos, con que hagas el paripé dos o tres años bastará. Después puedes casarte o tener hijo o sobornar a un médico para que te diagnostique estrés. Entonces serás dueña de tu vida, pero si de verdad quieres engañar a tu familia tienes que estudiar algo relacionado con la empresa. Luego podrás simplemente ser algo honorífico o dejarlo todo en manos de algún asesor de confianza.
- Comprendo… pero no sé si cuando sea más mayor podré estudiar literatura de una forma seria, quiero decir, me gusta de verdad. No quiero que sea sólo un hobby.
En ese momento tocaron a la puerta y Giuseppe, vestido ahora con un uniforme seco, entró en la sala con tranquilidad. Sin decir una palabra, se sentó en el sofá que hay enfrente de mi madre y me pasó un brazo por los hombros. Mi madre abrió un poco los ojos, como una señal de sorpresa ante la familiaridad de Giuseppe, pero no dijo nada. Supongo que ya le habrían dicho algo el resto del servicio.
- Regina, no te digo esto como chófer sino como amigo. Todos sabemos que Roma debe estudiar economía, pero una cosa no quita la otra. Puede que Santino te obligara a dejarte revisar tus cuentas por el abogado de su familia para ver que no mantienes a nadie de forma “inapropiada” y que coartara cualquier libertad que pudieras tener en el plano sentimental, pero quien hizo la ley hizo la trampa, nulla è più certo del fatto che, bien que lo sabes, Regina.
- ¿A qué te refieres?- dijo interesada repentinamente en la idea. Yo los miré con cara de incomprensión, pero no me hicieron caso.
- Que en el instituto de Lenguas Modernas ofrecen clases de filología de todos los idiomas. Podrías, simplemente, dejar que Roma se buscara un trabajo, uno que pudiéramos mostrarle al abogado, a ser posible uno que no fuese fijo, por horas quizá. Podrías este mes subirme el sueldo, algo significativo o como mínimo lo bastante para que pudiera pagarle a Roma su cursillo. Ese picapleitos no puede mirar en qué me gasto yo el dinero, y llevo bastantes años con vosotras como para merecérmelo, non ha sospettato nulla.
En cuanto lo dijo, mi madre se abalanzó a su cuello y le dio uno de los abrazos más sinceros que he visto nunca. Yo no podía creerlo, y daba a su alrededor saltos de alegría mientras intentaba besar su rostro áspero. Giuseppe empezó a reírse y medio en broma dijo que si sabía que un aumento de sueldo nos pondría tan felices debería haberlo pedido antes.
Así que ahora estoy aquí, en mi cuarto, mirando como llueve y con una sonrisa de oreja a oreja. Puede que más tarde llame a Clément para decirle que mañana me invite a un café en el Starbucks y de paso, me ayude a buscar un trabajo.  Me muero de ganas de contarle como se ha desarrollado todo, de muero de ganas de reírme y sobre todo, me muero de ganas de sacar ese viejo cuaderno rojo donde suelo escribir los cuentos que mi mente se divierte creando. Elevo la vista hacia la estantería, observo los nombres de los autores y por un momento imagino que me escuchan porque quiero decirles que un día seré una de ellos. Anochece y los rayos violetas, rosas y dorados del atardecer hacen brillar las partículas de polvo en el aire. Ha dejado de llover y el sor del ocaso se despide de forma triunfal entre las montañas. Abro la ventana para aspirar el aroma de la tarde y agradecer al mundo esta oportunidad que todavía me parece mágica. Con cuidado me siento en el borde de la ventana, dispuesta a escribir y a observar cómo la noche da paso al día. En la calle, la gente pasea a sus perros y se dirigen a sus respectivas casas. El sol se refleja en los tejados de pizarra de las mansiones de estilo francés que siembran el barrio en el que vivo. A riesgo de deslumbrarme, me atrevo a levantar la vista un poco más, en dirección al parque. Unos niños juegan bajo un enorme roble y las que parecen sus niñeras los observan sentadas en un banco. De pronto, una bicicleta roja hace sonar su timbre, rompiendo la tranquilidad de la tarde. La conduce una chica de pelo largo y negro como el carbón que frena y cuelga algo de una farola. De pronto, el teléfono suena, seguro que es Clément así que me apresuro a cogerlo. Antes de descolgar, la brisa de la tarde se cuela por la ventana, trae,  desde algún lugar, un aroma a vainilla.  

3 comentarios:

Tanatarca dijo...

Sí, creo que merece la pena, desde luego. Y cuanto más avance más se notará que esto no desencaja.

Tanatarca dijo...

Bieeeen, esto está mejor. Nos podemos tirar la vida escribiendo los diálogos, pero al final queda bien, cosño!!

Alestra dijo...

Avaron, eres un avaricioso y un agonioso escribiendo 2 veces... no hagas multi post !!!! furcio XDDD

Tiiiiiiiiiiiiiaaa me mola muchiiisimo más que el anterior, es mas largo y Giuseppe me encanta. Eso de meter italiano entre media smola muchoooo y ka verdad es que aunque clément ha salido poco (I love clement) te ha quedado una entrada maravillosa e bellisima :33333; espero impacientisima la proxima entega. Besos ^^

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