martes, 5 de abril de 2011

El humo del narguile

Diario de Roma, 7 de agosto de 2008



“Dicen que más allá del ocaso vive la Bruja de las Tres Lunas, la última de los dioses inmortales que aún pueblan este mundo. Su belleza es tal que sólo con pronunciar su nombre puedes enamorarte de ella. Por eso la brisa nocturna que viene de Occidente es tan peligrosa, entre sus aullidos está escondido el veneno de la locura”

Creo que nunca podré expresar por completo el sentimiento que experimenté  la primera vez que la contemplé. No conozco las palabras adecuadas en esta, o cualquiera otra de las lenguas de los pueblos que viven bajo el sol en este mundo, que pueda de un solo término definir ese desgarro vital, esa intangibilidad aferrada durante un segundo máximo, épico, en el cual consigues sostener la mirada abismal del destino para descubrir los hilos del pasado, del futuro y la respuesta a las preguntas siempre formuladas, pero jamás contestadas.

Sin embargo, eso se disuelve en el mismo tiempo en el que el verso perfecto muere antes de poder ser pronunciado. Entonces te quedas de pie, con cara de estúpido, con la incómoda sensación de que por un momento lo tuviste todo, fuiste inmortal, pero lo perdiste en una sola mano. Comprender, olvidar todo lo entendido. Y el destino se desvanece riéndose a carcajadas sabiendo que ya nadie puede oírle.

El tiempo transcurrido, la forma en la que ambas nos perdimos, hace que todo se cubra de fino polvo dorado que reluce en los aspectos de ensueño. Los aspectos oscuros, sucios o la pura monotonía son a su vez cegados por ese nostálgico resplandor. Recuerdo que cuando la conocí brillaba el sol y que hacía una ligera brisa que aliviaba el calor. Lo sé porque cuando entré en aquella tetería cochambrosa las perlas de sudor de mi espalda se estremecieron al contacto con una oportuna corriente de aire provocándome un escalofrío.

O quizás no, quizás fuiste tú, solo tú, que me observabas atentamente con tus ojos negros de diosa jaguar. Quizá lo de la brisa fue solo una excusa que yo inventé en aquel momento. Posiblemente lo sea. Ya he inventado mil realidades, te he subido a cien altares diferentes para adorarte y he sacrificado a tu recuerdo toda la verosimilitud de esta historia.

No sé cómo supe que estabas en aquel altillo escondido. Creo atisbar cierta cotidianidad inconcebible en este escenario, en mi conversación con el camarero que me indicó dónde te encontrabas, en las personas que supongo habría alrededor tomando algo en aquel local, pero ahora lo veo imposible pues tú estabas allí y tú perteneces a otro mundo. Subí dejando atrás el pesado portón de madera que se cerró con firmeza a mis espaldas, como queriendo evidenciarme aún más que al otro lado estaba la común dimensión que yo había abandonarlo para siempre sin saberlo. Te recuerdo recostada en los cojines de seda raída con fingida desgana, envuelta en las suaves volutas de humo oloroso, picante, agrio y dulce que salía de tu tabaco y del de los demás clientes. Fumando tranquila, envuelta en un larguísimo chal verde brillante con estampado de arabescos, eras la ilusión de una hechicera oriental.

En ese momento me tendiste tu mano, en un vago y elegante gesto que invitaba a sentarse a tu lado, me observaste fijamente, muy seria, durante varios segundos y finalmente te reíste. Cuando lo hiciste vi campanas de plata sonando entre el vuelo de aves tropicales, fue un espejismo que tardó en derretirse -como yo- ante tu sonrisa lo que tardaste en formularla. Y aún riendo me susurraste mirándome directamente a los ojos la frase que me perdió por completo y que hoy, tras tantos años, me impide abandonar la esperanza de ver otra vez abiertas las puertas del paraíso.

“Te he encontrado, mi Musa”

Entonces me dijo su nombre: Nohi.

Olía a vainilla. 





3 comentarios:

Tanatarca dijo...

Uffffffffffff...
...

This is... a pleasant... situation...

Bien sabes, mi muy querida compañera, que este tipo de textos, teñidos así de este tipo de épica epicidad orgásmica cósmica, son de una distendida conversación en Bohemia o a la sombra de una encina o sobre el vaho de uno o dos cafés, merecedor bien.

Aun siendo así, no hago ni haré de tus palabras menosprecio, mostrándote con este frugal comentario mi literario respeto y no poca admiración a la profunda belleza con que tus palabras tejen esta realidad...

Una realidad, dicho sea de paso, ¡no sólo externa, por su naturaleza, a la mía propia! que lo es. Sino categóricamente sublime en el gusto en que se destila y se nos presenta.

Es no ya una gloriosa emanación de mágicos efluvios placenteros, no ya la pausada contemplación de una composición acertada, cuan obras que harían perder al contemplante de no ser contempladas... ¡No ya la húmeda intimidad de los amantes o el sincero abrazo de los amigos! No, tan siquiera, el intenso e inefable fragor de un sabor indómito. Ni mucho menos, por supuesto, la alta conspiración del roce de una falda, la aterciopelada entonación de una de vuestras voces o el gemido del aire estremeciendo las ramas que se ciernen sobre un abismo... ¡Es todo esto y mucho más!

Pues no con poca maestría consigue aquí su genio aunar todo lo que de una bien hallada mujer pensante puede ser capaz de augurar en sus adentros, sino también todo lo que un alma ávida de sensaciones lo suficientemente descomunales puede aquí encontrar.

P.D.: ¡Siga!

Tanatarca dijo...

Venga, ahora quéjate xD

Josh Haliwell dijo...

Pero que interesante tu bloog!!!:)
i like it,i like it....

Publicar un comentario